Fragmentos - Marcel Proust (2): En Busca del Tiempo Perdido: Por el camino de Swann.
La memoria estética. ft. St. Agustín.
Leer a Proust es algo que o bien haces en cualquier momento sin pensarlo demasiado o te tienes que plantear como proyecto. He de decir que probablemente la primera opción es la más enriquecedora, pero quizá te quedes por el camino.
Leí a Proust en 2021, durante la pandemia. Ya había leído algunos de sus escritos menores, incluso lo había intentando con el primer volumen de En Busca del Tiempo Perdido. Con 21 años no pude con él y con 25 su obra se convirtió probablemente en una de mis favoritas. Ese aciago més de junio pandémico le volví a dar una oportunidad. Me llevó casi un mes leer su obra completa. Me pasó como con el Ulyses de Joyce. No creo que sean comparables, la verdad. En Proust descubrí muchas cosas de mí a través del recuerdo. Cosas importantes. Cosas que dolían y que, aún así, disfruté.
Proust simboliza esa época de transción a principios del siglo XX. La desaparición de la sociedad a la que pertenecía. Proust es pérdida. Vive, como la Estrella Caída de Milton, en ese Paraiso Perdido que es la nostalgia de una vida y una infancia mejores e irrepetibles si no es a través del recuerdo. Un mundo y una sociedad que no solo desaparece, sino que no tiene salvación. Viciada, perversa y opresora a la vez que oprimida fue retratada por Foucault en ese Nosotros, los victorianos.1
Proust es la nostalgia del recuerdo estético que solo florece cuando el pasado promete más que el futuro. Por eso, amigos y amigas, leerlo durante Pandemia fue para mí el momento adecuado para leerlo. Cuando parecía que nos precipitámos hacia un nefasto y nuevo futuro qué mejor que aferrarnos al pasado. Incluso si este no fue mejor que lo que nos espera.
¿Cómo surge en Proust ese movimiento estético presente-pasado? La mayoría habréis oído hablar de la famosa Magdalena de Proust. Así ocurre el movimiento entre el presente y el recuerdo a través de la percepción sensible. Cuando muerde la Magdalena surmegida en té rememora toda su infancia y comienza la obra. En Proust entendemos que es la memoria lo que llama a través de la percepción sensible al sentimiento estético. Como percepción de la memoria, el sentiemiento y su aprehensión son individuales y colectivos por igual. Porque todos guardamos la promesa pasada de un tiempo mejor frente a la incertidumbre de un presente que termina.
Verbalizar el proceso estético de la memoria es de por sí innovador. Podemos ver los numerosos intentos de Proust en los textos inéditos en castellano y publicados por Lumen recientemente.2 Los famosos 75 folios nos muestran también lo autobiográfico de la obra, algo que quizá tenga también cierto valor. Las sombras en las que Proust esconde sus apetitos y más inconfesables deseos se iluminan solo a través de esos pequeños errores y contradicciones de la consciencia al escribir una obra de que, más que obra, es una vida.
Innovador, quizá. La memoria, recordemos (hehe), es clave en la obra de San Agustín3 precidiendo lo que Kant llamará experiencia. Siendo para este la experiencia el límite de la razón. La percepción sensible como estadio del conocimiento, estético o no, es clave para representarnos el mundo. El deleite estético, sin embargo, nos aparce en la memoria como deseo satisfecho solo a través de la inalcanzable repetición del recuerdo.
[…] porque se ocupan con más fuerza y ansia en otras cosas que los hacen más miserables que aquella flaca memoria y deseo débil los puede hacer bienaventurados.4
¡Qué terrible destino no poder disfrutar del presente por se víctimas del recuerdo!
Sin embargo, esa no fue la desgracia de Proust. Su mayor sombra fue la enfermedad que en los últimos años de vida le ató irremediablemente a una cama. Dónde sino en la condena del presente y la pérdida del futuro iba a aparecer la búsqueda del Tiempo Perdido. Dónde sino en el pasado iba a estar oculta la satisfacción del deseo insatisfecho.
Tienen aún poca luz los hombres: anden, anden, porque no les tome la noche.5
Ese recuerdo, ese deseo insatisfecho y su búsqueda incesante es lo que nos mueve o paraliza. Los actos estéticos, de creación, de arte, de diseño si queremos mundanizar la situación, parten del sujeto, de su recuerdo y experiencia con el mundo. De la insatisfacción del deseo pasado y su recuerdo continuo a través de la percepción sensible damos pie a la subjetivación de nuestro entorno.
Una subjetivación que, según Proust, parecen ser solo las sombras del deseo egoísta de algo mejor.
Michel foucault. Historia de la Sexualidad I: La voluntad de saber, p. 7. (https://seminariolecturasfeministas.files.wordpress.com/2012/01/foucault_michel-historia_de_la_sexualidad_i_la_voluntad_de_saber.pdf)
Marcel Proust. Los setenta y cinco folios y otros manuscritos inéditos. Lumen: Barcelona, 2022.
San Agustín (2017). Confesiones. Planeta: Austral, p. 233 (X, 8, 12)
S. Agustín. Confesiones, p. 252 (X, 23, 33)
S. Agustín. Confesiones, p. 252 (X, 23, 33)