He estado pensado en sí escribir esta newsletter, porque tampoco le conocí tanto como la mayoría de personas que han lamentado su muerte. Tampoco soy mucho de homenajes. Sin embargo, me ha entristecido de sobremanera. Hablé con él la semana pasada sobre libros. Los nuevos que habíamos comprado. Íbamos a vernos cuando volviera de Argentina para toquetearlos y hacer cosas con ellos. Cosas de gente de libros.
En cualquier caso, me he decidido a escribirla porque ayer subí a la sierra a comer con mis padres y un primo lejano. Resulta que es Catedrático y mi madre, su prima, nos hizo una encerrona porque, por lo visto, así no se juega a la universidad y los libros le van a volver loco, necesita algo más normal, estable. Cosas de nepotes, yo estoy a lo mío y no me termina de interesar. En cualquier caso, un poco más taciturno de lo habitual, hablando, les dije que estaba triste por su muerte. Sorpresa, resultó que mi padre también le conoció en los noventa. Antes de que yo naciera. Y que, sin saberlo, él también lamentó su muerte cuando lo vio por las noticias. Fijaos qué casualidad.
Mi padre le conoció durante esos años, por lo visto, en telefónica. Trabajó durante esa época en la infraestructura de redes y antenas. Esas cosas que le gustan y a mí no. En casa del herrero… Por lo visto, se conocieron allí también a través del hermano de Cebrian y otro amigo en común. Estos dos son amigos de mi padre de toda la vida, yo siempre los he conocido como Jose Vicente y Luis Cesar. Ni idea de todo este conglomerado, pero qué cosas. Luego mi padre se salió de todo eso. Claramente, no se nos da bien el nepotismo a ninguno de los dos. No volvió a hablar con él ni saber de él hasta que ayer se enteró de su muerte. Y qué triste.
Sin embargo, yo le conocí hablando de libros en Twitter. Me acuerdo perfectamente. No sabía quién era, la verdad, pero le empecé a seguir porque subió una foto de un libro japonés y a mí me gustan los libros japoneses. Puso algo de una biblioteca y de despertar con un libro o algo así. En ese momento yo estaba en Roma, en la Biblioteca Angélica, y le contesté algo así como: Saludos desde la Biblioteca Angélica con un precioso misal en folio. Me pidió una foto del libro, le mandé una foto del libro y empezamos a hablar de libros. Luego fui viendo que hacía cosas maravillosas, cosas sin libros y cosas con libros. Cuando volví a España, adivinad, le dije que por qué no hacíamos algo con libros. Eso hicimos, la noche de los libros, hace apenas unos meses. La hicimos con sus libros y mis libros.
Y qué gusto, qué fácil fue todo y qué divertido fue hacer cosas con él con libros. Y que qué pena haber perdido un amigo con el que hacer cosas de libros.
Durante estos días he visto mucha gente compartiendo cómo le conoció y trabajó con él. Sobre todo periodistas, pero también de otras ramas. Su legado en la digitalización de los medios y el gran trabajo que hizo como periodista, infografista, etc. Tampoco os voy a engañar, sabía algunas cosas… pero no tenía ni idea. No creo que ese sea el punto. No sé por qué me da que él tampoco le daba demasiada importancia a lo que había hecho…
Me da la sensación de que era una persona que, conocedora e interesada por el pasado, proyectaba a futuro. Una persona a la que le gustaba hacer cosas y que hacía que las cosas pasaran, las suyas y las de otros. En otras palabras, apostaba, daba oportunidades y más soluciones que problemas. Si no salía, no se paraba mucho y, si salía, no pedía mucho a cambio. Se ponía a otra cosa. Por eso, con cierto egoísmo, tantos lamentamos su muerte.
Y nada designers, que qué pena haberle conocido tan tarde, pero que qué suerte haberle conocido entre libros y por las cosas de los libros.
PD: añado a posteriori una pequeña “píldora” que he visto le han dedicado, de los años mozos. Qué gracia, exactamente cómo me imaginaba.